domingo, 27 de septiembre de 2009


VALPARAÍSO

Valparaíso, puerto eterno del Otoño,
que ocultas la libertad al océano inmenso,
desnúdame el alma con tu risa marina
y alza tu voz al Olimpo como pálida piedra
de arena y ceniza.

Róbale al viento su entereza y acóplala en mi verso
de euforia infinita,
pues no quiero verte como a un ángel caído,
ni tampoco como a un árbol torcido de sueños,
si no, que quiero verte como un roble fuerte y altivo.

Puerto de la esperanza y la poesía viva,
que guardas los secretos de plenilunio
junto a la espuma del mar,
guarda también mi tesoro que es la ola gigante,
de mi corazón.

Puerto mío, hoy quiero inventarte un título honorable,
para entregártelo en una tarde de pájaros
junto a los guijarros y al yermo,
para entregarte lo que no tengo,
como mis sueños y mis recuerdos.

Valparaíso, no dejes que tus arcas se las lleven
los corsarios del abismo,
ni tu canto se quede como ave sin trino,
sólo dame tus locuras y alegrías para embriagarme
como el vino que deja, un poeta dormido.

PORTEÑO


Yo nací en una herradura
de un caballo llamado Chile,
entre un cerro y un mar azul,
como luceros de Diosas rubias.

Crecí con el viento sur
entre quebradas porteñas
y bailé toda una noche
a la luz de las estrellas.

Soñé con ser un marino
sin barco ni capitán,
solamente con un timón
para jugar con el mar.

Recorrí enumerando calles,
escalas y ascensores,
de bajada o de subida
esperando a mis amores.

Fui estibador en el puerto
y un juglar en cada cerro
y lo pasaba contento
cantando mis propios versos.

Allá en los cerros de Pancho
quedaron mis sueños locos,
de los malos no me acuerdo
y de los buenos guardo un poco.